Regresa, vuelve y reparte el nuevo pan, tenemos hambre.
Acerca tu mano hasta mis blancos dientes, arroja sutilmente sobre ellos el polvo de la historia.
Cae al mar tu sonrisa henchida de olvido, cae la tierra sobre obscuras premoniciones con su luna y sus altas mareas.
Regresa y retuerce el lapso en que la historia hizo consciencia de sí misma e introdujo la muerte a sus seniles prácticas.
Cae la lágrima sobre el seso del mundo, castigando y prodigando corderos decapitados por el afán mismo de la vida.
Regresa y bosteza tus cantos de invierno, prolonga la tarde y su crepúsculo, eleva aún más alto la luna; asciende la luna sobre el hombre y su historia.
Cae el momento, medida su anchura por la gloria del hombre. Nunca tardará lo suficiente para afilar en invierno los dientes del dormido.
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